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Ysábado, julio 25, 2009



2

Los días pasan. Y aún así no quiero olvidarla. Pero tampoco quiero recordarla.

Ésta es quizás la dicotomía más difícil que he tenido en mi vida. La extraño lo suficiente como para verla en cada rincón de esta casa, pero trato de convencerme que no pasa nada, que vamos, que la vida continúa, que no puedes deprimirte tanto, que la vida de todos continúa, que el mundo no se acaba y gira y gira y las sonrisas y las lágrimas de todos son las mismas. Y quiero se impermeable, intento tanto ser impermeable.

Ayer salí, y las sonrisas y penas de todos me hicieron olvidar las mías propias. Pero aun así no paré de rogar dentro de mi, por favor que no me pregunten, que no me pregunten por mi gata, que mejor me pregunten como estoy, que eso se miente muy fácil, cualquier cosa, pero que no me pregunten de mi gata, no quiero hablar de aquél día, no quiero hablar de la visita al veterinario, de cuando le sacaron sangre; De llevar el examen al laboratorio, de alimentarla con una jeringa y esperar por lo mejor, de tener esperanza y que los resultados que vamos, no serán tan malos. Pero si, si lo eran, y fue tan triste, tan triste ver la cara de mi madre, y la de mi padre, y el rostro cansado de la Mika, queriendo susurrarme un ya, por favor déjame, no quiero moverme de este lugar, no quiero mas inyecciones ni mas alimento a la fuerza, quiero no vomitar, concédeme eso y ya. Y la voz del veterinario tan, oh tan compasiva, con paciencia y mirándome a los ojos, siempre a los ojos, con pena acumulada mientras me iba leyendo resultado tras resultado fallido. Los maullidos retumbaban en la sala y estaba todo helado. Sentía hielo en todas partes. Y dani, tienes que hacer lo mejor, lo mejor, piensa en la Mika dani, que no está bien, una voz acongojada, un voz con lágrimas, y más sollozos ahogados y de nuevo, dani, a mi me da una pena enorme, pero tenemos que pensar en ella, y la voz de mi madre se quiebra de nuevo, y yo no puedo hacer más, no puedo hacer nada para detener mis sollozos, y me muerdo el labio, porque no encuentro otra forma de dejar de temblar, y trato de no mirar a los ojos a nadie, y la Mika estaba allí, sobre la mesa del veterinario, en su caja, toda tranquila, echada hacia un lado, vamos Mika, que estarás bien, no me odies, que estarás bien. ¿Estarás bien? ¿Ya no quieres luchar más? Que tu enfermedad es crónica Mika, que tus riñones fallan y ya vez, que por eso no comías, y por favor no me odies al obligarte a comer, que te juro que lo hice por mejor, ¿y en serio que no quieres luchar más? Si, si se que duele, lo sé, y perdón de nuevo, que quizás debí haberme fijado antes, que si te hubiera traído al veterinario antes, que se yo, y de nuevo no veo bien, que llorar con lentes es lo peor. ¿Y como se yo que quieres seguir luchando? ¿Y si no? ¿Ya te has rendido? Quizás... si te alimentamos vives más y te mejoras... o quizás no, y sufres y sufres, porque te he escuchado Mika, antes de vomitar, te duele todo, los maullidos de dolor nunca los había escuchado antes, los de dolor en verdad, esos que hicieron que se me erizara la piel, aquellos con los que sentí que se me partía el alma, en esos que puedes escuchar clamar un ya no por favor, no quiero mas guerra.

No sufrirá, la voz del veterinario sigue retumbando, y te mira de nuevo con esos ojos de pena, lo siento, te prometo que no le dolerá, será como dormir, ¿como cuando ella se duerme al lado mío? No, no será igual, falta que esté en mi cama, con el escaldasono puesto, como a ella le gustaba, feliz se sentía, feliz. Como la gata mimada que era. Y así debería estar ahora, durmiendo allí y no en una sala fría, en una caja que no es de ella. Vamos dani, escucho la voz de mi madre de nuevo, y esperan mi decisión a algo que ya está decidido, ¿Cómo me hacen vocalizar la decisión que ya está tomada? Si, soy la dueña, pero realmente, ¿tengo más opción? Solo quieren que lo diga en voz alta, si, duérmala, inyéctela, que el dolor no vale la pena, que ya no puede más, que ya no puedo más. Y ya entiendo la belleza de la muerte natural, nunca antes lo había comprendido, y ahora sí, entiendo entiendo, ¿Pero por qué tuvo que pasar todo esto para poder entender? Prefiero no entender.

Estaba envuelta a modo de paquete cuando el veterinario la entregó, dentro de su caja. Y cuando subimos al colectivo puse la caja sobre mis piernas. Y estaba tibio. La base de la caja estaba tibia contra mis piernas. Nunca me había dado un escalofrío algo tibio, nunca.

Y pasó una semana y no hablé con nadie. Solo con mi familia. Celular apagado. Nada de twitter ni facebook ni nada que me significara socializarme. No quería hablar con nadie. Y aún no quiero. No sobre este tema al menos. El martes salí de mi casa, se cumplía una semana. Mi primo estaba de cumpleaños y me pidió que lo acompañara al cine. El viernes volví a salir. Admito que no tenía muchas ganas. Si no hubiera sido por el cumpleaños de una amiga probablemente no hubiera salido. Ayer mis primos de Santiago vinieron y me preguntaron un casual “¿Tu no tenías un gato, daniela?” Estaba el pipe y se movió incómodo, inútilmente tratando de no parecer obvio, si, si tenía, pero ya no, se murió, no preguntes, tema delicado.

Me fuerzo a olvidar por unos segundos lo que ya no existe y parecer sincera, torcer una sonrisa menos forzada. No mamá, no estoy triste, ya no lo estés tu por favor, ¿ves como dejé de llorar? Mamá, tienes que ser fuerte, yo lo soy, mírame, ya no lloro, ya no la recuerdo, no, haz como que los arañazos al borde de la mesa no existen, ni el sillón en el que dormía, ni el sol de media tarde en el living. Nada sostiene una huella de ella, convéncete de eso, es la única forma. Tienes que olvidarte de todo. La casa es solo la casa. Cree un poco esa mentira. Pero mamá, tu eres mas fuerte que yo ¿sabes? Aunque no lo creas, mucho más fuerte. Tu fondo de pantalla en tu celular mamá, lo vi. En tu celular está la Mika, una foto que yo tomé hace tiempo. Yo intenté hacer lo mismo. Y no pude. ¿Por qué no pude? ¡Quise poder! Y no quiero hablar. No quiero recordar. Por favor mamá, no me hagas hablar de ella, no quiero que recordemos juntas. Aun no. No soy tan fuerte como tú mamá.



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